NOTAS SOBRE LO ESPECÍFICO DE LA TRANSMISIÓN DEL PSICOANÁLISIS: ESPIRITUALIDAD Y ACADEMIA
Francisco Landa Reyes
I
El encuentro con la verdad, como camino en el que el espíritu se produce a sí mismo, no puede operarse sin suponer una cierta conversión o transformación del sujeto. Tener acceso a la verdad tiene un precio. Uno cambia, o al menos es llamado a la metamorfosis, cuando algo de lo verdadero irrumpe, adviene. La superficie de la vida, tal como la experimentamos, sufre modificaciones topológicas: torsiones, agujeramientos, cortes. La relación con el tiempo cambia también. Todo esto es otra manera de decir que ante la verdad, nosotros, los cuerpos, cambiamos.
Decimos con esto que, si nos es dado entrever la verdad, es solo comprometiéndonos de manera radical, con nuestra presencia toda, en actos que inquieren sobre el espíritu. Acercarse a la verdad es preguntar-actuar. Hacerse al atravesar una pasión que acuciante, demanda. En este orden de ideas, se llega a ser un pesquisador de los actos que modificando al ser espiritual que se pregunta por el espíritu, modifican al espíritu mismo como posibilidad de ser pensado, vivido, transmitido.
Cuando nos referimos a esto, debemos enfatizar: si existe la posibilidad de acceder a momentos de encuentro con lo verdadero, casi nunca se logra a través de los movimientos de la inteligencia como productora de conocimiento. Se trata más bien de intelecciones. Cuando lo verdadero irrumpe, siempre como retorno, advenimiento, transmutación repentina, se nos presenta en forma de entrevisiones, de instantes en los que la intuición manifiesta un estado de encuentro con ese casi nada, con ese no sé qué enigmático que una vez entrevisto, desaparece. Por tanto, el efecto de aprehensión de la experiencia no puede pensarse como una acumulación de saber a la que se le pueda dar continuidad. Lo que tiene continuidad es la pregunta, la formación espiritual, el camino del sujeto por cuidar (therapeuein) de sí y de su relación con una pesquisa que puede o no mantener viva.
Lo verdadero implica un acercamiento a la muerte, la infinitud y la angustia. Por eso, cada instante de intelección es un instante de muerte. Y un instante en el que ya está presente el darse cuenta de que ahí está implicado un no-saber irreductible, una inaprehensibilidad de lo que se está entreviendo. Hay, por supuesto, la posibilidad de dar cuenta de algo de lo que ha ocurrido, solo una pequeña parte. Sin embargo lo nodal queda excluido de la transmisión. Por ello toda transmisión del orden de lo verdadero es elusiva, alusiva, enigmática.
II
Si la enseñanza del psicoanálisis se inserta en la universidad ¿hay un camino a partir de esto que no constituya una traición a la esencia misma de la experiencia analítica, que constituye una disciplina, quizá la única disciplina occidental vigente que le permite al sujeto un tránsito espiritual de búsqueda de la verdad?
¿Es el psicoanálisis un currículum? No solo planteo aquí la probabilidad verificable de que la enseñanza del psicoanálisis se convierta en la presentación de un cuerpo dogmático del cual se espera se ejerza profesión. Hablo, para empezar, de cómo situar los objetos de saber y las formas de aproximación a éstos. El psicoanálisis no es una teoría psicopatológica- aunque pueda incluirla-. El psicoanálisis no es una teoría de lo social –aunque pueda derivar en ello. Su objeto, por tanto, no es el inconsciente, ni el aparato psíquico, ni la enfermedad mental, ni las colectividades. El psicoanálisis es una práctica en la que el sujeto se compromete con una pesquisa respecto a la verdad, en ella se ve transformado y paga por transitarla un precio, a veces muy alto (de esto la universidad nada quiere saber). El psicoanálisis es una práctica espiritual que tiene como objeto un no-objeto, un casi nada, un no-sé-qué, al que el término espiritualidad alude en el sentido de una búsqueda: la búsqueda es la espiritualidad (Esto es lo que trato de decir: no hay tal cosa como El espíritu).
En la universidad, en los institutos academizados de psicoanálisis, se estudia la teoría psicoanalítica. Pero el psicoanálisis no está allí. Aunque el discurso de los doctos defensores, apologetas de Freud y de Lacan vocifere que lo suyo se trata de la defensa de la disciplina frente, por ejemplo, a las psicoterapias, la psiquiatría, etcétera.
Como negación de la médula misma del psicoanálisis, la universidad puede llegar a ser incluso, el sitio de su muerte.
Quizá lo único que evite que esto suceda (y también que estas palabras puedan llegar al límite y tomar el matiz de la certeza), sea que en algunos espacios de transmisión académica del psicoanálisis, particularmente universidades públicas, algunos sujetos sostienen, desde una posición agonística, una palabra en juego.
III
La universidad, o la academia, no son más que una muestra de lo que en occidente ocupa el lugar de la búsqueda espiritual: la prevalencia de un saber dirigido a la búsqueda de dominio. El asunto está anclado fuertemente en el origen mismo de la filosofía.
Siguiendo a Colli, la filosofía aparece desplazando a la sabiduría propiamente dicha, operando un remplazo de:
1a La palabra como apuesta de vida o muerte, ligada estrechamente al momento en que es dicha, al encuentro con el interlocutor, al instante trágico en que ésta encuentra lo verdadero o lo extravía sin solución,
por
1b. La palabra esgrimida como discurso para la masa, para ejercer un poder sobre ella. El establecimiento de verdades en los textos doctrinarios.
Y de:
2ª El enigma como aquello que pone en movimiento dialéctico a la palabra, ya que para el sabio el enigma es un desafío mortal,
por
2b La puesta en primer plano de la relativización retórica de la verdad –y del enigma-, que llevó a la elevación de la figura prestigiosa del pensador como alguien que vive de producir conocimiento.
Es de la universidad y de las diversas formas de academización de los saberes en occidente proponer estructuras teóricas fascinantes que invitan a la idolatría de los maestros del saber, los que escriben, los que “han enfrentado los enigmas”. Es de occidente, proponer la figura del alumno como el que se alimenta del saber configurado por el otro (a diferencia de oriente, donde el discípulo es orientado indirectamente por el maestro para hacer su propio camino de sabiduría y enfrentar por sí solo el enigma).
Es del juego universitario –si bien se supone que se esperaría otra cosa- desdialectizar las discursividades, evitar toda discusión comprometedora. Pues parecería que no se compromete nunca el ser; solo el saber.
Pareciera pues que el único recodo donde en la universidad, en la academia, cabría una transmisión de lo psicoanalítico sería en donde la posibilidad del juego, de la risa pudiera irrumpir. Donde, desde posiciones de búsqueda espiritual asumidas por docentes que busquen ser maestros, se aborde la búsqueda espiritual. Donde se asuma que en la universidad, en tanto espacio para la ciencia, no cabe la búsqueda de la verdad en el sentido en que aquí la hemos abordado.
Y es que si el psicoanálisis es una ciencia, debemos decir, es desde Freud estrechamente ligada a la práctica, a la terapéutica... y al propio análisis. Y es que si el psicoanálisis es una teoría, añadimos, es sólo en tanto modelo-juguete: donde los conceptos no son para pensarlos, sino para jugar con ellos.
En fin, quedaría por discutir qué podría constituir un espacio no académico de transmisión del psicoanálisis. Pero eso esperará para otro momento, quizá para otro espacio. Por hoy detengámonos aquí.
Colli, G. (1975) La nascita della filosofia. Adelphi Edizioni, Milano.
Foucault, M. (2006) La hermenéutica del sujeto. FCE, México
Jankélévitch, V. (1980) Le Je-ne-sais-quoi et le Presque-rien. Editions du seuil, Paris.
Rodulfo, R. (1996) El niño y el significante. Paidós, Buenos Aires.
Yo creo que esa es la razón por la cual le tememos tanto al psicoanálisis. Es adentrarse en el terreno de lo desconocido. Resulta mucho más fácil aferrarse a una mentira conocida.
ResponderEliminarO bueno, esa es mi experiencia
Que raro que alguien ha vivido una mentira durante tantos años ahora habla como todo un experto en psicoanálisis y resulte ser nada más un escrito sacado de otra tesis.
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